sábado, 18 de diciembre de 2021

LA PALABRA ALADA

EL ARTE DE VIVIR CON EL CORAZÓN 

ABIERTO AL SENTIMIENTO

 


La vida se hace de sentimientos, de momentos de alegría y de tristeza, de esperanzas y de ganas de alcanzar algo, de “sentires”…

Sentir es percibir alguna sensación a través de los sentidos, provenga de un estímulo externo o del propio cuerpo. Sentir es, así, llenar la vida de alma. Porque el ánimo es lo que nos aviva la existencia, lo que nos despierta para que descubramos a la propia realidad de ser.

¿Qué sería de nosotros sin esos momentos de ilusión, de encantamiento…, por encontrarnos y mantener siquiera unos instantes de acercamiento a ese ser (o a esas personas) que, en ese momento de nuestra existencia, nos son imprescindibles para seguir chispeando vida?


Sensaciones únicas que nos dan ganas de vivir o nos desgarran el alma hasta tal punto… que pueden llegar a derrumbar los más firmes principios morales e incluso muchas de nuestras creencias.

Y, hablando de esas “sensaciones” que acompañan toda nuestra existencia… es importante aprender a distinguirlas:

Una es la amigabilidad, don cultivable que no siempre es innato, pero que todo el mundo tiene la posibilidad de ir incluyendo en su “manera de ser”.

                  

La amistad que es más que camaradería, más que compañerismo, más que “conocer de toda la vida”: es ese vínculo que permanece… (“sin fecha de caducidad”). No es alguien que pasa por nuestras vidas, se refiere a alguien ¡que se queda!

                       

De igual manera, el amor: alcanza la categoría de “manera de ser” que dura toda la vida.

La capacidad de amar no es algo que se puede desarrollar fácilmente sin haberla experimentado. Amar es una opción, más que una emoción, más que un encantamiento.  Amar es más un compromiso que un sentimiento. Es alcanzar el llegar a ser felices teniendo la capacidad de hacer felices a quienes nos rodean.


Pero existe otro “sentir” no siempre definido y tantas veces puede confundirnos que, de pronto, en cualquier momento y circunstancia, ¡puede asomarse a nuestro corazón! Es el encantamiento: hay personas que, nada más conocerlas (quizá hasta tan sólo al verlas una primera vez) nos hacen brotar, aún sin pretenderlo: ¡el “encantamiento”!

Así pues, es algo que nace del atractivo que veamos en otro ser, o en una cosa (una realidad viva o alguna belleza natural o artística). Siempre ¡algo que atrae, que encanta! Son como brotes de emoción, que surgen al ver esa belleza suya (intelectual, espiritual o física) que nos atrae y emociona…

Pensando en seres humanos, el encantamiento puede darse por muy diversos motivos y que, además de no ser único, tampoco tiene por qué ser siempre el mismo. Una veces será la belleza física de esa persona; otras su pensamiento o inteligencia; tal vez su simpatía arrolladora, su afabilidad; acaso su capacidad de liderazgo o su sorprendente actitud ante la vida, su testimonio de integridad personal, su generosidad sin medidas, etcétera.

Y ante esta experiencia súbita, podemos callar o desear manifestarla de la manera que tengamos a nuestro alcance. En nuestra cultura, siempre existió una manera genuina de hacerlo: el piropo. Sí, piropear es como sacarnos, súbitamente, un trozo de alma que se hace palabra, para saltar gozosa y graciosa, a través de la garganta.

Surge siempre de un “encantamiento” y puede llegar como una “tabla de salvación” en una vida desilusionada…; pues puede aportar “ilusión de vivir”, ya que se trata de: algo así como una chispa que aviva el ánimo. 

Siempre, si tenemos el corazón abierto a percibir el gozo de ser será algo positivo; pues todo lo que está vivo se anima con los elementos vivos que le aportan energía.

El arte de vivir consiste en ¡coexistir con el corazón abierto al sentimiento!

                                        

Posiblemente a todo el mundo (cualquier ser humano) le complace recibir “reconocimientos positivos” y que a todos (todas y todos) nos gusta agradar. Es ¡el gusto de gustar! Todos los humanos necesitamos del reconocimiento para seguir creciendo. Elogiar, alabar, galantear, piropear…, son maneras de utilizar las palabras para dar reconocimiento positivo. Siempre llevan algunas generosas “gotas de amor”. Y el amor es como la levadura de la vida, la que nos hace crecer.

El amor se manifiesta con gestos, muchos de los cuales tienen el sabor de la palabra: son palabras o incluso expresivas miradas, que dicen tanto como éstas. Regalar lindas palabras nunca puede ser ofensivo; pues, entonces, ya no sería piropo.

 Hay sentimientos (a veces surgen como lágrimas o contentos) que no se pueden evitar. Somos seres racionales, pero también movidos y motivados por nuestros “sentires”: emociones, sensibilidad, afectividad. Quizá si lo reprimimos (por sistema, acaso hasta legalmente) es posible que nos volvamos todos una “sociedad reprimida” ¿Y eso puede ser bueno, en algún aspecto?

                                  

Me temo que en esta sociedad actual haya ciertos “intereses ocultos” por parte de alguien que quiera sacar “provecho” del desorden, del miedo, de la locura colectiva en la que ya ¡tantas cosas han dejado de ser lo que siempre fueron! Y se nos ofrecen más estímulos para el silencio que para abrirnos a la comunicación.

Ahora “la moda” es evitar decir algo “incorrecto”…, ¡no sea que…!

¿Pero para qué existe la palabra?

Comprensible es que haya ofensa cuando pueda darse de que se dé un “reconocimiento negativo”. No es aceptable un “¡vaya que eres fea!”, o un “no vales para nada”. Aunque también se pueda dar el caso de que la persona receptora del cumplido o zalamería (muy baja en autoestima) no lo aprecie, no crea que lo que se le dice es verdad y lo considere una irónica burla…

Hay ocasiones en las que, quienes piropean, pueden llevar a su boca exageraciones que resulten agradables, tal como “¡eres el ser vivo más bonito del universo!”; pero ciertamente, a veces, también se puede dar el caso de que algunas personas, sin medir el tamaño de su dicho, declare algo que no merece ningún crédito para ser creído. Sea el caso de un “qué cabello tan hermoso” (dirigido a quien sólo tiene cuatro pelos, y permítaseme la exageración para aportar claridad). Lo ideal sería que, quien recibe esos reconocimientos, luego manifestara su “recepción” agradecida.

                       

Con una palabra, un gesto (podría ser una sonrisa). Y si lo que escuchó no les gustó, también decirlo, o darlo a entender… ¡que la comunicación es don precioso en la vida de los seres humanos!

El piropo es un sentimiento vivo, que pretende llegar a alguien.

Y, con ello despertar pequeñas alegrías a quienes va dirigido.

Pensemos en todos esos reconocimientos recibidos, en tan diversas ocasiones, acaso no previstas, a lo largo de la vida…, y que, muy posiblemente, hemos sabido guardar en la memoria del corazón.

Quienes son más artistas, logran hacen de un sentimiento un verso, un poema. Pero no todo el mundo acierta a decir lo quisiera con la palabra acertada.

No se puede confundir un piropo con una grosería. Un piropo es una flor que se regala. Nunca ha de ser ofensa, acaso es reconocimiento a una persona digna de ser valorada. ¿Cierto?

Pero, muchas veces, cuando se ataca esa secular manera de expresión que es el piropo, lo que se pretende es otra cosa (muy posiblemente). Triste será que (por extrañas motivaciones o resentimientos) vayamos a acabar con la galantería, para llegar al “trato” para (por ejemplo) ir a la cama como “negocio” (más o menos rentable).

                                      

Lo que pasa, también, es que el “arte de engañar” invade nuestras calles. Y gente resentida que va “en contra de todo” o muchas pseudo-feministas que no pretenden, en absoluto, defender a las mujeres, sino acabar (por lo que sea) con todo el “orden establecido”. De hecho, no hacen defensa de ellas; sino que, más bien, atacan su dignidad: la de ser favorecedoras de la vida, la de amar generosamente a su hogar y a su familia, etc.

Cuando se quiere acabar con la cultura de un pueblo, se atacan las tradiciones, las creencias, las costumbres, las maneras de expresión.

El piropo es un valor cultural que es necesario mantener. Pienso yo que hasta habría que considerarlo como “·patrimonio cultural” de nuestro pueblo español.

Por eso, un ruego: ¡que nadie menosprecie o demonice los piropos! Por favor, ¡sigamos deleitando la vida a otras personas con nuestra afabilidad hecha palabra!

                    


No hay comentarios:

Publicar un comentario