ENCANTAMIENTOS
Y SALPICADURAS
GALANTES
Continuó respondiendo a la pregunta que lanzó:
Ofreciendo algunos ejemplos, para explicarlo:
A mí me encanta un atardecer junto al mar, me encanta ver las golondrinas en un patio de vecinos, o divisar Sevilla desde lo alto de la Giralda; me encanta una buena tapa de almejas a la marinera, acompañadas de una copa de Tío Pepe; me encanta escuchar a Marta Sánchez o incluso un discurso acertado; me encanta ver a mis nietos jugando… Pero enamorarme ¡es otra cosa!
Enamorarse es… ¡dejar que se nos rompa el alma! Y con el alma rota, todo nuestro ser se tambalea, se descoloca… y al fin se encaja.
Amar es una opción, es mucho más que una emoción, más que un encantamiento. Amar es más un compromiso que un sentimiento. Amar es compartirse.
En la tarea de amar hay que alcanzar el llegar a ser felices haciendo felices a quienes nos rodean.
Como ejemplo, la declaración de Rodrigo de Triana a Lucía (del libro “Desde el alféizar”):
Reconocimiento, es decir RE - CONOCER, dicho de otra forma, tener en cuenta, observar y valorar. Si bien parece algo fácil realmente no lo es, ya que es difícil encontrar esta habilidad en muchas actuaciones sociales.
Y, cuando damos “reconocimiento”, tantas veces, tenemos la “mala costumbre” de utilizarlo mal: casi siempre que llamamos la atención a alguien, es para decir algo que no está bien; con lo cual es un mal reconocimiento, es negativo.
Y lo lamentable es que no llegamos a darnos cuenta de que un buen reconocimiento verbal, en el momento apropiado, es muy importante para elevar la motivación de cualquier persona, favoreciendo así también la inter-comunicación.
Estos tres puntos: reconocimiento, comunicación y motivación, son el común denominador o la bisagra que falla en muchas de nuestras relaciones sociales.
Cuando se hace algo que está bien (con un resultado hermoso) se espera (es lo normal) un “reconocimiento” positivo de los demás. Creo que existe poca posibilidad de error si me atrevo a aseverar que a todo el mundo (cualquier ser humano) le complace recibir “reconocimientos positivos” y que a todos (todas y todos) nos gusta agradar. Es ¡el gusto de gustar!
Pero
me temo que, en esta sociedad, muchos valores andan “en crisis” y llega un
momento en el que ya nada concuerda. Andamos insertos en una colectividad en la
que existen sujetos tan susceptibles que todo lo que oyen, hasta un
reconocimiento positivo (si no corresponde con sus planteamientos) les puede
molestar. Incomprensiblemente. Y, claro, a veces lo “recomendable” es callar; hasta
se nos ofrecen más estímulos para el silencio que para abrirnos a la
comunicación. Quizás, por eso, pareciera que ahora (ante la duda de ser mal
interpretados) “la moda” es callar, no decir nada… ¡por no ofender a nadie!
Todos los humanos necesitamos del
reconocimiento para seguir creciendo.
El piropo se dice, se escribe…, o se suspira. A veces, se olvida. Pero siempre (siempre) es un sentimiento que brota (de lo más adentro…) vivo, pretendiendo llegar a alguien.
Piropear nunca puede ser ofensivo; pues, entonces, ya no sería piropo. Como el “reconocimiento” verdadero, debiera ser siempre positivo; tanto si es condicional o incondicional, que le hará sentirse bien… a quien lo recibe.
Y lo ideal sería que quien recibe esos reconocimientos, luego manifestara su “recepción” agradecida. Con una palabra, un gesto (podría ser una sonrisa).
Terminando su exposición, quiso leer algunos encantamientos, de los que están en su libro.
Tales como:
COMO
FLECHAS DE FUEGO
Clavas
tu mirada en la mía.
Y
es mi regalo inmenso:
tu
mirada me hace
despertar
a la esperanza.
Tus
ojos de iris gris-azulados
se
me han clavado
en
lo más hondo
de
mis pupilas pacientes
que,
como centro de una diana,
espera
tus suaves flechas
llenas
de fuego y luz.
No
me hiere,
pues
viene con tu sonrisa;
y
es (para mí)
como
la semilla que el jardinero
hunde
en la tierra,
con
la plena confianza
de
que dará sus frutos.
Tu
herida luminosa me viene
a
despertar la esperanza:
acaso,
quizás, algún día…
DULZURA
MELOSA
Como
la miel
es
tu mirada,
es
la sonrisa de tu boca.
Como
la miel
es
tu abrazo
y
son tus besos.
Como
la miel
son
tus palabras dulces.
Y
el color de tu pelo
es
como la miel.
Como
también lo es
el
perfume que desprende.
Siempre
tierna
y
siempre agradable
es
tu manera de ser,
como
la miel…
Siempre
dispuesta
a
ofrecer dulzura
y
a quitar amarguras
a
quien te encuentra.
A
veces pienso…
¿qué
hubiera sido de mí
si
no te hubiese conocido…
sin
tan importante
has
llegado a ser
ya
en mi vida?
A
veces pienso…
¡qué
tristes serían
mis
sueños,
mis
esperas,
mis
proyectos…
sin
poder soñar,
ni
esperar,
ni
proyectar nada
sin
ti,
mujer
dulce
como
la miel!
ME
ENCANTA
Cómo
lo expresas…,
Me
encanta la gente como tú
que
se quiere a sí misma,
sin
cerrar su corazón
(sin
despreciar a nadie)
para
infundir cariño
y
ganas de vivir.
Me
encanta que seas así.
Y
no sólo me gusta lo que hablas;
pues,
también (no sabes cuánto)
cómo,
tan alegre, lo expresas:
no
sólo con tu palabra,
también
con tu no-verbal…
Me
encanta, sí, tu palabra
y
cuanto dices,
me
encanta tu sonrisa
y
hasta tu carcajada…:
eres
toda ¡un bombón
relleno
de alegría!
Si bien, alguna oyente también le pidió que cerrara su exposición diciendo algunos piropos.
Entre otros, leyó:
Déjame que te diga,
mujer bonita,
un escuchito
(que ya no aguanto más tiempo
callándomelo):
es que no he podido evitarlo,
pero ¡nada más verte
me han dado ganas
de quererte!
Me gustaría conocer a tu padre,
para pedirle tu mano, morena.
Mas... tengo una duda:
¿pagas impuesto de lujo
por ser tan bonita?
Me
regalas
el
derecho
y
el placer
de
estar vivo.