COMPARTIENDO VIVENCIAS...
¿Qué
sería de las personas aficionadas a la lectura sin las escritoras y los
escritores?
Pero,
a su vez: ¿qué sería de quienes escribimos (poemas, relatos, cuentos, novelas,
etc.) sin nuestros lectores, sin esas personas que se nos acercan a través de
nuestros libros… y acogen, receptivamente, cuanto escribimos?
Cuando
conocemos, contabilizamos, que se han realizado ventas de nuestros libros,
podemos saber que ha habidos quienes los adquirieron y, supuestamente, que hay
un público que nos lee…
Pero nada es… como sucede cuando estamos en una Feria del Libro: ahí comprobamos con la evidencia, viendo que hay personas (quizás de todas las edades) que se acercan a leer alguna página, algún capítulo de uno u otro de nuestros libros. Esa es ¡una satisfacción única!, que nos hace sentir que sí, que la comunicación es posible entre quien deja ofertada su obra (resultado de horas, días, semanas, meses… de dedicación) y ese público que, en ese momento, no es anónimo e inconcreto, sino que tiene rostro que, tantas veces, con su mirada, su sonrisa, su gesto lleno de admiración o hasta con lágrimas…, acaso también con su palabra, está expresando un sentimiento.
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